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Sin bosques no hay agua

Más de la mitad de los humedales que empapan el planeta ha desaparecido en los últimos cincuenta años y la mayoría de los grandes ríos en el mundo ya no llegan hasta el mar.

Publicado: 2014-03-23

Las nieves perpetuas del Kilimanjaro, que coronaron el pico más alto de África durante 10,000 años, han retrocedido hasta 80% en menos de 100 años. Lo mismo ocurre en el Perú, en donde la agonía del Pastoruri es tan lamentable como el deshielo de la capa de nieve del volcán nevado Coropuna, que brillará –dicen– apenas hasta el año 2030. 

El pasivo ambiental es irreparable. 

El problema de la escasez de agua a nivel mundial es tan alarmante que en 2012 el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos informó que si esta tendencia ambiental continúa, las guerras hacia finales de este siglo ya no serán por el petróleo, sino por el agua.

Estrés hídrico

Hasta mediados del siglo pasado la humanidad ha saciado su sed consumiendo sobre todo agua superficial, agua de los ríos y de la lluvia. Pero en el camino hacia el desarrollo el cambio climático “obligó” al hombre a extraer el agua del subsuelo. Y sin saber cuánto líquido existe ahí abajo, a la fecha hemos triplicado la cantidad de agua extraída.

En este nuevo milenio el agua bombeada desde las cuencas subterráneas provee una cuarta parte del consumo humano. El razonamiento es casi animal y le endosa la cuenta a las siguientes generaciones. La pregunta nos moja a todos: ¿hasta cuándo podremos seguir absorbiendo aguas subterráneas?

Más de la mitad de los humedales que empapan el planeta ha desaparecido en los últimos 50 años y la mayoría de los grandes ríos en el mundo ya no llegan hasta el mar. Enormes zonas del mundo se están secando, desde Oriente Medio al noreste de la China, pasando por el sur de España hasta la costa oeste de Estados Unidos. El estado de California, por ejemplo, está al borde de una sequía épica. Sin embargo, en Hollywood aún mantienen las piscinas rebalsando y los campos de golf bien regados.

Es como el chiste del curita que se tropieza en la azotea de un edificio y mientras va cayendo en picada piensa: “Hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien…”.

Baldazo de agua fría

Para quitarnos la venda de los ojos, por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), este 22 de marzo se celebró en todo el mundo una nueva edición del Día Mundial del Agua y se presentó el nuevo Informe sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo, titulado “Agua y energía”.

El estudio presentado ayer en Tokio resalta la interdependencia –así como la ausencia de cooperación– que existe entre ambos sectores. La explotación del agua requiere de energía, así como la extracción de combustibles fósiles requiere de enormes cantidades de agua. Las políticas que se apliquen a uno de ellos repercutirán en el otro, señaló la directora general de la UNESCO, Irina Bokova.

Según los datos expuestos en el informe de las Naciones Unidas, no puede haber igualdad de derechos sin acceso igualitario a los recursos básicos. Es así que 768 millones de personas en el mundo aún no tienen acceso al agua y más de mil millones no tienen acceso a la electricidad. Y por lo general estamos hablando de las mismas personas.

Pero también alertó que la población mundial, hacia el año 2030, necesitará 35% más alimentos, 50% más energía y 40% más agua.

Siembra árboles y cosecha agua

Los bosques tienen un papel fundamental en nuestra batalla de adaptación frente al cambio climático y en la mitigación de sus efectos, “ya que contribuyen a mantener el equilibrio en los niveles de oxígeno, dióxido de carbono y humedad en la atmósfera”. También “protegen las cuencas hidrográficas, de las que proviene el 75% de agua dulce mundial”.

Se requieren 22 árboles para superar la demanda de oxígeno de una persona al día. Y a su vez, los árboles extraen y almacenan una enorme cantidad de CO2. Por eso la deforestación contribuye a incrementar los efectos del cambio climático y es responsable de los escenarios extremos de sequía que ya estamos viendo alrededor del mundo.

Sin embargo, hemos perdido la mitad de nuestros bosques primarios. La deforestación continúa a un ritmo imparable de 13 millones de hectáreas al año y es responsable de entre un 12% y un 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero, que contribuyen al calentamiento global.

No es casual entonces que la ONU celebre el Día Internacional de los Bosques el 21 de marzo, un día antes del Día Mundial del Agua.

Cuando el río no suena

Si América del Sur es el continente con la mayor cantidad de agua per cápita, el Perú es uno de los 20 países más ricos en el mundo con un acceso por persona que llega a los 72,510 metros cúbicos de agua al año.

Pero esto no refleja la realidad. Un tercio del Perú, casi 10 millones de personas, no tiene acceso a la red de agua o solo la recibe por horas a un precio 25 veces mayor del normal, obteniendo además un recurso de menor calidad en términos de salubridad.

Y Lima tampoco es el Perú. En la capital vivimos casi la tercera parte de la población (9 millones de personas) y solo tenemos acceso al 2% de los recursos hídricos del país. Lima es la segunda ciudad más grande del mundo ubicada en medio de un desierto, después de El Cairo. Básicamente somos el área metropolitana más poblada del Perú, creciendo en uno de los ecosistemas más áridos del mundo. Con la enorme diferencia de que mientras en El Cairo dependen del río Nilo, en Lima saciamos nuestra sed con las exequias del río Rímac.

En épocas de sequía dependemos de algunos lagos y represas altoandinas que a su vez dependen de los glaciares, cuya cobertura ha disminuido al 22% en los últimos 35 años por efectos del cambio climático. De hecho, en el Perú todos los glaciares por debajo de los 5,100 metros ya han desaparecido.

Lima a la seca

Según Juan Carlos Riveros Salcedo, director de Conservación de WWF Perú y uno de los autores principales del estudio “Un frágil ciclo: agua, energía y población en Lima”, presentado a inicios de mes por la Autoridad Nacional del Agua (ANA), la WWF y la Fundación Backus, el balance entre la oferta y la demanda de agua en Lima proyectada al año 2040 arroja una brecha que solo podrá cubrirse acopiando el doble de la cantidad de agua que canalizamos hoy en día.

Por eso “se debe asegurar de una vez el trasvase de los ríos de la cuenca amazónica, el trasvase de las aguas del río Mantaro, con lo que se aseguraría la mitad de lo necesario al 2040”, señala Riveros. Asimismo, es fundamental el rol de las empresas en el uso del agua, la implementación de tecnologías adecuadas con protocolos ambientales modernos y fiscalización permanente del Estado.

También debemos exigir eficiencia y un buen manejo de las redes. El 40% del agua que sale de la atarjea se pierde en el camino. Algo imperdonable.

Pero, sobre todo, una ciudad que depende de la energía hidroeléctrica y en la que más del 80% del agua se destina al uso doméstico debe reeducar su relación con el medio ambiente, una reducción en los hábitos de consumo hará la diferencia.

“El problema es una cuestión de aprendizaje que debemos adquirir porque al fin y al cabo así van a tener que vivir nuestros hijos. La bonanza que tuvieron nuestros abuelos en términos de abuso de agua podría ser considerado un crimen en 20 años”, señaló el experto.

Huella hídrica, tan clara como el agua

¿Sabías que el 1% del agua del mundo se desperdicia mientras nos cepillamos los dientes? ¿Y sabías que si no cierras el caño mientras lavas los platos se pueden perder hasta 80 litros de agua? Así es.

Y para la producción de un kilo de carne se gasta como mínimo 14 mil litros de agua. Y por cada kilo de oro producido se consume la friolera suma de 380 mil litros de agua pura. Y casi el 80% del agua que usa la minería de tajo abierto ya no se puede recuperar.

No queda otra opción que cambiar. Hace mucho tiempo se nota una contradicción entre el desarrollo y los ecosistemas, entre la naturaleza y el hombre. De hecho, el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre desarrollo humano y cambio climático en el Perú dice que todas las últimas actividades que han hecho crecer al Perú también han sido perjudiciales para el medio ambiente.

El cambio climático puede paralizar y revertir el desarrollo del que tanto nos jactamos en los últimos años, como si se tratara de un estornudo. Con miras a la vigésima Conferencia de las Partes (COP-20), hay que reclamar al mundo desarrollado el desastre que nos van dejando y bien valdría la pena revisar la Estrategia Nacional de Cambio Climático de 2003, la cual, en términos ambientales, ya es obsoleta.

Los políticos, mientras tanto, pueden seguir debatiendo sobre el calentamiento global con el agua al cuello, como en la fantástica escultura de Isaac Cordal.

•Publicado en Diario16, el domingo 23 de marzo del 2014

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(bonus)

Isaac Cordal


Escrito por

Álvaro Durand

Escribe sobre cambio climático en Diario16


Publicado en

Mamut

Extinguiéndonos en el (des)hielo